jueves, 16 de octubre de 2008

La confirmación.

Me quedaba con las ganas de dejar constancia en este blog de mis pensamientos. Si alguno lo ha leído, que lo salte, pero sobrevivimos a los ochenta, unos con menos bigote que otros, y sobreviviremos a ésto... Los pilares, las leticias, los lorenzos... aunque vayamos dando coletazos...



Cómo decían los Rodríguez; "dejar que pase el tiempo, con la mirada errante sin ninguna dirección...". Si, el tiempo pasa, pero nada de miradas errantes, de ir a la deriva...

Aunque algunos me comentan
que las cosas son iguales,
que los tiempos no han cambiado,
las princesas son "reales".

Yo me niego a declarar
que no hemos envejecido,
el pelo empieza a clarear
salir de marcha, un objetivo...

Que es dificil de cumplir...

El Pilar, ya no son pilares, los cumpleaños que se celebraban por coincidir en estas fechas, se salvan con un escueto mensaje de felicitación, y una respuesta de averiguación del paradero del felicitante. El viernes, le explicaba a un zaragozano de pro, zaragocista de carnet, y pilarista devoto en que consistía la contraofrenda de pilares. Salir por la calle Alfonso en dirección contraria a la ofrenda, tratando de almorzar y acabar la fiesta a base de alforjas y botas de los "ofrenderos", terminando en la plaza Paraiso, donde, cada mochuelo a su olivo. Lo gracioso del caso no es que esta persona no supiera qué era la contraofrenda, sino que yo lo contaba como si fuera algo remoto, algo que me contaba mi abuelo que se hacía antaño.(quizás lo recuerdos borrosos tengan que ver con la realidad distorsionada del que se ha pasado de cubatas y no ha hecho cuerpo a base de chorizos, y pan recién hecho).
Pues no... esto pasaba hace tres años, cuatro a lo sumo... Los tiempos han cambiado, las princesas son periodistas venidas a más, y el Pilar, son pilares venidos a menos. Lo cierto es que esto pasa... el tiempo transcurre. Un hombre de cuarenta y tantos, me comentaba, mientras dábamos buena cuenta de un codillo en la October fest, que tenía un colega que trabajaba en la discoteca del Hotel Don Yo, y en la del Hotel Corona, y los colaba en Pilares, para que ligasen con las chavalas de las bodas que se celebraban, y acto seguido cogió el móvil y llamó a sus amigos de entonces para recordarles dónde estaban hace quince años, hace veinte años... Justo en ese momento, comprendí que no volverán las contraofrendas ni los cumpleaños, a no ser que vengan en forma de recuerdo, o de llamada a lo que dentro de veinte años haya sustituido al móvil, de parte de un amigo nostálgico.

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